Estas letras las escribo con todo mi cariño por la comunidad de Culiacán, la cual se lleva por siempre un cacho de mi corazón zacatecano.
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Pregúntale a cualquier foráneo, ¿Culiacán qué es?
Hijos sin padres.
Padres sin filo.
Hijas tachadas de putas.
Fosas sin escondite.
Madres en constante lucha.
Gobierno que no escucha.
Terreno sanguino que arrebata vidas al momento de su concepción,
arrasando con aquella de jóvenes deseosos de una mejor opción.
Acá, la muerte no discrimina – pero de esta comunidad mexicana, los menos metidos parecen ser los mayormente levantados.
Y se escucha en el hablar diario.
En el cotorreo por las calles del centro.
Entre dientes se le suelta a cualquiera, quiera o no.
Ese “pues” que finaliza cada frenar de letras.
Ese punto y coma que anhela por el Culiacán de antes – aquel que los más pequeños no conocen. Aquel que esos menores jamás dejarán de conocer.
Punto y como que termina con muerte entre labios y continúa con oración por aquellos que quedan.
Punto y coma que se detiene con el lamento ajeno y que se torna en conmemoración personal – pues aquí, todo culichi es víctima.
Punto y coma que manifiesta resignación y a su vez todo el ímpetu por tomar acción.
Punto y coma que combina la desolación de una comunidad mexicana con la esperanza que tanto yace en las calles manifestantes. Esas no se callan. Esas no dejan de inundarse de voz dolida; de mentes abiertas; de corazones con intención única: paz y justicia.
Acá no existe el valemadrismo en ese “pues”.
Acá, deslumbra el camino que toman a diario los culichis por alcanzar un futuro que no arrebate sueños y que no desenrede traumas.
Pregunta nuevamente al foráneo que visita esta tierra.
Que conoce a su gente.
Que escucha entre cada pausa de habla sinaloense ese “pues”.
Acá existe la esperanza.
Un frente por un Culiacán que vive. Uno que no muere.
– JJR